domingo, 27 de febrero de 2011

LA PASION DE VIAJAR : LOS VIAJES DE ETERIA

Escribía el filósofo, humanista y ensayista francés Michel de Montaigne(1533-1592) que "A quien me pregunta la razón de mis viajes les respondo qué se bien de que huyo pero ignoro lo que busco". ¿Por qué hay personas que necesitan viajar sin detenerse demasiado en un sitio porque en seguida sienten la necesidad de volver a emprender el camino? Montaigne pensaba que viajar era una forma de escapar , de huir de tu realidad , de lo cotidiano , de los problemas personales, pero no creo que un viaje tenga que ser una huida , aunque otros autores , como el escritor español Miguel de Unamuno , insistieran en el concepto del viaje como huida con esas palabras "se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte". 

Desde pequeño he sido aficionado a las biografrías de los grandes viajeros de la historia, caminando junto a Marco Polo por la Ruta de la Seda, navegando con Cristóbal Colón por un océano desconocido y con Fernando de Magallanes para dar la vuelta al mundo, recorriendo África con Richard Burton en busca de las fuentes del Nilo o explorando la Antartida siguiendo los pasos de Roald Amundsen. He compartido a través de sus historias la emoción de asomarse a lo desconocido, de sentir la necesidad de seguir un poco más para descubrir que hay en el siguiente recodo del camino, la necesidad de conocer otros lugares, otras personas, otros mundos diferentes. No, no creo que el único motivo que lleva a un hombre a viajar sea huir, creo que es una pasión, quizás de las más hermosas, que te permite conocerte más a ti mismo y al mundo , como dice el psicólogo español Luis Rojas Marcos, "viajar es una buena forma de aprender y de vencer miedos".

Estoy hablando de viajar, no de hacer turismo. El viajero es aquel capaz de dejar detrás su realidad, su vida cotidiana, para entrar en contacto con otra realidad, para dejarse empapar por ella como un niño que descubre por primera vez la vida. Quizás ese sea el auténtico viaje, el ver el mundo con los ojos nuevos de un niño, dejar que la vida nos vuelva a sorprender como lo hacia en nuestra infancia. Creo que en todo viajero hay mucho de ese niño que se asombra ante todo aquello que asalta su mirada, que desea conocer, aprender, ver nuevos paisajes y personas. Y quizás muchos de nosotros sintamos esa necesidad de emprender un viaje  para encontrarnos en el camino con nosotros mismos, pues los viajes tienen mucho de un camino iniciático donde vamos aprendiendo y superando nuestras propias limitaciones, como decía el novelista francés Paul Morand "un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte que nos es ofrecida en el interior de la otra. Aprovechémosla".

Mapa del Imperio Romano durante el siglo IV. El Imperio ya estaba dividido en Imperio de Occidente e Imperio de Oriente después de la muerte de Constantino I el Grande en 337 pero Teodosio I el Grande, emperador nacido en Hispania, reunificaría por última vez los dos Imperios bajo su gobierno en 392. Gracias a su relación familiar de Eteria con el emperador pudo viajar a través del Imperio por la red de vías de más de 80.000 kilómetros llamadas en su conjunto como cursus publicus

Llevado por mi amor a los viajes voy a dedicar a partir de ahora alguno de los artículos del Mentidero a grandes viajeros de la historia, para que nos hagan soñar con un mundo donde todo era desconocido y la televisión o la fotografía no nos descubría antes de llegar lo que íbamos a ver. Y para empezar vamos a conocer a la que podríamos considerar como la primera viajera de la Antiguedad que se desplazaba por el simple placer de conocer otras tierras lejanas. Pero para conocer a esta viajera, tenemos que desplazarnos al siglo IV, cuando el Mediterraneo aún sigue siendo el Mare Nostrum romano y se puede viajar desde Hispania hasta Palestina bajo la protección del Imperio Romano.

Estamos en el año 381 de nuestra era, cuando una monja de Gallaecia(Galicia), en la Hispania romana de un Imperio gobernando por Teodosio el Grande(347-395), llamada Eteria o Egeria, que pertenecía a una familia patricia emparentada con el  propio emperador, emprende un viaje de peregrinación hacia Tierra Santa en compañía de un cortejo de servidores al que se unirán monjes y sacerdotes que irá encontrando por el camino , ya que llevada de su curiosidad pretende detenerse en todos los lugares que guarden alguna relación con los textos bíblicos. Su viaje de peregrinación se hace famoso y durante el camino va escoltada constantemente por un destacamento de soldados romanos que le permiten mantenerse a salvo de los numerosos bandidos que infectan las calzadas del Imperio. 

La comitiva que acompaña a Eteria  abandona la Gallaecia y por la Vía Domitia siguen camino hacia Roma para desde alli continuar por mar hasta Constantinopla, la ciudad refundada por Constantino I el Grande en 330 sobre los restos de la antigua Bizancio, atravesando luego Bitinia, Galacia y Capadocia hasta llegar a Tarso, ciudad de origen de Pablo de Tarso. Desde alli prosigue su camino por Antioquía y luego, de nuevo por mar, hasta el puerto de Haifa, en el actual Israel, desde donde sigue el litoral hasta Diospolis, y en la Pascua de 381 alcanza Jerusalén.

Los obispos , monjes y clérigos la reciben  con grandes muestras de respeto dado su parentesco con el emperador. Hay algunos especialistas que piensan que podría ser la hermana de la primera esposa del emperador Teodosio I el Grande, lo que explicaría que en las  zonas más conflictivas del Imperio se adelantaran destacamentos militares para darla escolta. Después de celebrar en Jerusalén las fiestas de Pascua y Pentecostés , y tras pasar los rigores del verano y el frío del invierno en Tierra Santa, Eteria emprende de nuevo el camino para dirigirse ahora a Egipto, uno de los itinerarios que más atraían a Eteria, que estaba entusiasmada por los relatos sobre hechos maravillosos realizados por anacoretas y monjes que habitaban los desiertos egipcios y que circulaban  por toda Europa. 

Imagen del monasterio de Santa Catalina, fundado en el siglo VI por Justiniano I el Grande y al fondo Djebel Musa o Montaña de Moisés, donde según la tradición Moisés pasó 40 días en su cima en una cueva donde ahora se encuentra la capilla de la Santa Trinidad.Se puede subir a la cima a 2286 metros de altura por unos escalones tallados en la roca por un monje y conocidos como "los escalones del arrepentimiento". Hasta su cima llegó Eteria en su deseo de visitar todos los lugares que aparecen en el Antiguo Testamento
Durante su viaje hacia Egipto realiza paradas en Belén, Hebrón y Galilea, escenario de diferentes episodios de la vida de Jesucristo, y en el Sinaí asciende el Djebel Musa o Montaña de Moisés. Antes de llegar a la cima Eteria nos cuenta que pasa por el lugar donde se hallan las "Tumbas de la Concupiscencia", donde, según el Antiguo Testamento, yacían los israelitas que perecieron por haber comido las codornices . Es un episodio del éxodo del pueblo de Israel desde Egipto a Israel guiados por Moisés, y se nos cuenta como los israelistas, hambrientos, pidieron carne  y se quejaron de que vivían mejor cuando estaban en Egipto. Como castigo a sus dudas y quejas, Dios les mandó codornices en gran número, lo que hizo que muchos comieran con glotonería muriendo muchos de ellos por esa misma gula. Era corriente que después de cada duna de estas visitas los monjes que vivieran en la zona entregaran unas eulogias o regalos de despedida que solían consistir en frutos típicos de la región o productos artesanales elaborados por las manos de los monjes.

Después de descender del Sinaí, Eteria se acercó a la zarza donde Dios habló a Moisés , la cual, según nos dice Eteria "se encontraba en una explanada poblada por múltiples eremitas y una iglesia en la cabecera del valle". Un siglo y medio después de la visita de Eteria, el emperador Justiniano el Grande(500-565), ordenará la construcción en la base del monte Sinaí del monasterio de Santa Catalina, donde aún hoy se venera  el recuerdo de la zarza ardiente. Tras descansar un par de días en Farán, continúa hacia la localidad de Clysma, donde hoy se encuentra Suez, para visitar la región de Gessen, para ver el sicómoro que según la Biblia había sido plantado por los patriarcas y que Eteria nos describe así "Vetusto en grado sumo y esquilmado, a pesar de lo cual, seguía dando frutos y cuando llega alguien aquejado de una dolencia, se acerca hasta él y poda unos tallos que le sirven de alivio".

Eteria demuestra con sus palabras que no es una ingenua y , tanto en éste caso con en otros , muestra cierto escepticismo , como cuando, refiriéndose al lugar donde estuvo la estela de la mujer de Lot convertida en estatua de sal , dice a sus hermanas en Gallaecia "Creedme venerables señoras, lo que es la columna no aparece por ningún sitio, lo único que enseñan es el lugar que debió ocupar". Eteria vuelve entonces sobre sus pasos y visita la orilla del río Jordán y el monte Nebo, donde Moisés bendijo a las tribus de Israel que se dirigían hacia la tierra prometida de Canaán y desde donde el patriarca de Israel observó esa tierra antes de morir. También Eteria subió al Monte Nebo y nos describe lo que ve desde su cima "El lugar donde el Jordán desemboca en el Mar Muerto, Livias, al lado acá del Jordán, y también Jericó y la mayor parte de Palestina, la Tierra de Promisión"


Vista desde el Monte Nebo donde Moises vió antes de morir, laTierra Prometida de Canaan . Eteria, que subió a su cima a unos 817 metros de altura, escribiría  sobre sus vistas desde la cima "El lugar donde el Jordán desemboca en el Mar Muerto, Livias, al lado acá del Jordán, y también Jericó y la mayor parte de Palestina, la Tierra de Promisión"

Aunque pudo haber visitado Petra, que en 363 había sido semidestruida por un terremoto, Eteria no mostró deseos de conocer ésta mítica ciudad.. A mediados de marzo del año 384 , cuando su viaje dura ya tres años, Eteria emprende el camino de regreso dando un rodeo por Mesopotamia, visitando la ciudad de Edesa, ciudad en la que santo Tomás había sufrido el martirio y donde el obispo la dispensó el trato que se daba a un alto funcionario del Estado. Sin poder alcanzar la cuna de Abraham, la ciudad de Ur, que se hallaba entonces en poder de los asirios, Eteria retorna a Constantinopla visitando por el camino la tumba de Santa Tecla, la primera mujer mártir del cristianismo y cuyas reliquias hoy podemos contemplarlas en la catedral de Tarragona.

Viajera incansable, Eteria escribe a sus hermanas desde Constantinopla y les comunica sus deseos de conocer  Éfeso y visitar el sepulcro de San Juan. Hasta éste punto llega el relato del viaje escrito por Eteria , aunque también encontramos una descripción detallada de la liturgia de Jerusalén, como esta descripción de la adoración del Lígnum Crucis el día de Viernes Santo:

"El obispo sentado , oprime con sus manos el sagrado madero, mientras que los diáconos situados alrededor lo vigilan. Y lo guardan de esta manera porque cuentan que en cierta ocasión, uno clavó los dientes y robó una astilla de la santa reliquia. Por eso, ahora los diáconos lo vigilan, no sea que alguno al pasar se atreva a hacer lo mismo"

Eteria pone en orden lo que había escrito en su diario a lo largo del viaje, y lo reunirá en un libro que, bajo el título de "Itinerario", se convertirá en el primer libro de viajes de la historia, donde recoge descripciones y detalles que pudiesen ser de utilidad a quién quisiera seguir sus pasos. Nadie volvió a saber nada más de la incansable Eteria, aunque los historiadores suponen que no pudo regresar nunca a su monasterio, pues eso parece deducirse  por las últimas palabras de Eteria en su "Itinerario":

"Desde este lugar, dueñas mías y luz de mi vida, mientras escribía esto a vuestra caridad, ya tenía el propósito de ir en nombre de Cristo nuestro Dios a Éfeso, en Asia, para orar en el sepulcro del santo y bienaventurado apóstol Juan. Si después de esto aún estaré viva, y si además podré conocer otros lugares , lo referiré a vuestra caridad: o yo misma presente, si Dios se digna a concedérmelo, o ciertamente os lo comunicaré por escrito, si otra cosa me viene al espíritu. Entretanto, señoras mías y luz de mi vida, sea que esté viva o sea que haya muerto"

Eteria fue una pionera en la literatura de viajes y su obra "Itinerario" es considerada la primera de las obras de viajes de la literatura mundial. Durante tres años recorrió Tierra Santa y los lugares más destacados de las Sagradas Escrituras . La última carta escrita a sus hermanas del convento procedía de Constantinopla, desde donde iba a proseguir su viaje hacia Éfeso, aunque ya nunca volveríamos a tener noticias de ella

Posiblemente su cuerpo descanse en una tumba de aquellos desiertos que tanto amó. Pero su recuerdo se podría haber perdido del todo, pues hasta el siglo XIX  este viaje había sido desconocido para casi todos y solo unos pocos habían oído hablar de la carta del abad Valerio que escribió durante la segunda mitad del siglo VII a los monjes del Bierzo , en la que menciona el viaje de Eteria y alaba el espíritu de la monja gallega con estas palabras:

"Desde la extremidad de esta región occidental, Eteria  emprendió con intrépido corazón y con todas sus fuerzas un larguísimo viaje por todo el orbe conocido. Caminando despacio, guiada por el Señor, llegó a los sacratísimos y suspirados lugares del nacimiento, pasión y resurrección de Jesús. Cuando  consideramos los hechos y virtudes de varones fortísimos y santos, hallamos más digna de admiración la constantísima práctica de la virtud de la debilidad de una mujer, al cual la notabilísima historia de la bienaventurada Eteria, más fuerte que todos los hombres del siglo"

Pero desde entonces se pierde la pista de la obra de Eteria, hasta que en 1844 el investigador Gian Francesco Gamurrini los descubrió por casualidad en la biblioteca del monasterio italiano de Monte Cassino, aunque por desgracia sólo se conservaban los capítulos referidos a las dos últimas rutas seguidas por Eteria , mientras que el relato de su viaje desde Galicia hasta Constantinopla se habían perdido , junto con los dibujos que debieron de acompañar la obra, aunque todavía los historiadores conservan la esperanza de hallar los fragmentos perdidos.

Y hasta aquí nuestro camino junto a esta pionera de los viajeros, que recorrió las vías romanas para alcanzar los confines del Imperio sólo por saber que había más allá. En próximos artículos iremos conociendo a otros grandes viajeros de la historia y, con ellos, recorreremos aquellos sitios que quizás nunca lleguemos a visitar, pero , como decía la poetisa Emily Dickinson "para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro". Naveguemos por este océano de palabras hacia los horizontes más lejanos.

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