sábado, 4 de diciembre de 2010

LOS INDEFENSOS : LA PRIMERA REVOLUCIÓN EMPIEZA EN NOSOTROS

Un hombre llama a un programa de radio.Lleva más de dos años en el paro, no recibe ningún subsidio de desempleo, ninguna ayuda pública, no encuentra trabajo aunque lo busca con desesperación y forma parte de ese 40% de familias españolas en las que ninguno de sus miembros trabaja. En su momento no oí esta conversación, pero después de que me la comentasen, la escuché por Internet y me ha conmovido por el drama que se halla detrás de sus palabras.

Este hombre, honrado, porque sólo una persona honrada tendría valor para hablar así, confesó que se había visto obligado a robar comida en los supermercados para alimentar a sus hijos, que cuando llenaba el depósito de gasolina de su coche se marchaba sin pagar, y decía que no se reconocía a sí mismo , que le parecía ser otra persona que nada tenía que ver con aquella que, poco más de dos años antes, estaba trabajando y luchaba como tantos otros  para sacar su vida adelante.

Cuando descendemos de los grandes discursos políticos, de las teorías económicas, de las soluciones con las que se llenan la boca políticos y periodistas para salvar los beneficios de las grandes empresas y mantener un tiempo más este sistema en el que vivimos, y nos encontramos con la realidad de un ser humano que no ha hecho nada malo, que sólo ha tratado de trabajar para tener lo esencial para vivir como hacemos la mayoría de nosotros, y ves como se ha convertido en una víctima de esta crisis, que no entiende de personas y obliga al hombre a aparcar su honradez para sobrevivir un día más, entonces es cuando comprendes la abyección en la que hemos caído, hasta donde llega la ceguera de todos nosotros.


Hay que manifestarse contra la pobreza, pero no sólo con palabras sino con hechos

Si, la ceguera de todos. Porque su situación es el resultado de un capitalismo salvaje que pone el beneficio por delante de cualquier otra consideración,de políticos mediocres, oportunistas o corruptos, o todo a la vez, que siguen las pautas marcadas por los mercados y las grandes empresas, y , finalmente, también  nosotros, los que integramos la sociedad, porque también nosotros somos responsables de lo que sucede , bien por egoísmo, bien por complacencia, bien por indiferencia ante el mal ajeno,bien porque nuestros problemas nos parecen tan graves que pensamos que bastante tenemos como para complicarnos más la vida.

Ahora vendrá la Navidad, las páginas de los periódicos, los mensajes de televisión y nosotros mismos nos empacharemos de escribir o pronunciar palabras llenas de buenos deseos , de amor al  prójimo y por unos días el mundo parecerá un lugar más cálido y humano. Ya sabemos lo que pasa después, viene el mes de enero , el frío vuelve a helar nuestros corazones y el mundo sigue girando y con él las injusticias, la pobreza, el dolor y la soledad de tantas personas indefensas, apartadas del sistema salvaje , y olvidamos que mañana podemos ser nosotros las siguientes víctimas de la fortuna, porque como escribía el gran Miguel de Cervantes, a quién la fortuna siempre le fue esquiva, " Esta que llaman fortuna, es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo, ciega, y así no ve lo que hace, ni sabe a quien derriba".

Vivimos en un mundo injusto, nunca ha existido un mundo que lo fuera  e incluso podríamos afirmar que nunca la justicia llegó hasta tanta gente como en el pasado siglo XX, cuando una parte importante del planeta alcanzó un grado de bienestar desconocido en la historia de la humanidad, aún con grandes desigualdades entre unas naciones y otras. Lo lógico habría sido evolucionar hacia una mayor prosperidad y , sobre todo, extenderla hacia aquellas naciones que vivían todavía en la pobreza, sin libertad y con una vida sin opciones. Si, eso habría sido lo lógico, pero no contábamos con la fuerza que tiene la avaricia y el egoísmo, el deseo insaciable de acaparar, de querer siempre más, que parece envenenar a la sociedad occidental. Nos hemos convertido en víctimas de nuestra prosperidad, hemos olvidado que si tener es importante aún lo es más ser una persona y que hay valores a los que jamás tuvimos que renunciar. 

Se que no lo hemos hecho conscientemente, sólo abandonamos los mandos de la nave en manos de nuestros políticos y los grupos de poder, y nos olvidamos que defender una sociedad justa, donde nadie se quedase desamparado y donde la gente honrada no tuviese que llegar al robo para conseguir llevar un pedazo de comida a casa, requerían de nuestro esfuerzo diario, de no permitir muchas de las cosas que se han hecho en los últimos años, cuando dejamos al  poder con las manos libres porque a nosotros nos iba bien.

Este hombre que hablaba en la radio podemos ser nosotros mañana y pienso que la única forma de evitar que sigamos dejando un rastro de víctimas, de vidas rotas, de desesperación , de personas que se apagan entre el silencio de todos nosotros, es recuperar las palabras del poeta latino Terencio, que hace dos milenios proclamaba que "Nada humano me es ajeno".  Muchas veces he escrito ya en estas páginas que es necesario una revolución social, más allá de ideologías, una revolución que acabase con las teorías económicas y políticas que han subordinado al ser humano en favor de otros intereses y que han logrado deshumanizar nuestra sociedad. Ahora estoy más convencido que nunca que esa revolución es necesaria y que debe empezar por nosotros, por mi y por cada uno de los que me leen y por nuestras familias, amigos y extenderse por tota la población.

´Tomás Moro escribió "Utopia" en el siglo XVI, nosotros podemos luchar porque la utopía no sea un libro sino una realidad
Cuando hablamos de la injusticia de la sociedad tenemos que ser conscientes de que la sociedad no es un ente abstracto, no es un concepto filosófico ni una palabra en un diccionario, la sociedad es mucho más, soy yo y todos vosotros, y si es injusta significa que yo mismo estoy siendo injusto. Y si soy consciente de ello podré empezar a darme cuenta de que todo lo que hago es importante, que aunque piense que yo puedo muy poco , ese poco es importante. Cada vez que extendemos la mano a quién nos necesita, cada vez que añadimos nuestra firma contra una injusticia, cada vez que nos manifestamos para defender los derechos de los más débiles, cada vez que denunciamos las mentiras de los políticos y luchamos contra sus políticas que atacan a los más indefensos, estamos encabezando una revolución moral contra la que ningún poder podría luchar, porque ninguna balloneta puede callar a un pueblo entero que lucha por lo que es justo.

Por ejemplo, si hablásemos de España, tendríamos que salir a la calle todos, tanto los que trabajan como los que no, los que tienen dinero como los pobres, para oponernos a medidas como retirar la ayuda de 400 euros a los que ya no tienen nada. Aunque no nos afecte a nosotros directamente, tendríamos que unirnos para evitar que esas personas sufran más y terminen desamparadas. Tendríamos que construir entre nosotros , sin contar con el  poder, una sociedad basada en la ayuda al más necesitado, en la que nadie se sintiera desamparado, apartando nuestras diferencias ideológicas o religiosas, porque estamos hablando de seres humanos, y eso está por encima de cualquier otra consideración.

Me diréis que estas palabras están muy bien pero que son eso, palabras, una utopía irrealizable. Pero tengo respuesta para eso, aunque no es mía sino del escritor Eduardo Galeano "La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar". ¿Podéis imaginaros como cambiaría el mundo si realmente luchamos por esa utopía, si creemos que a pesar de que los poderes en contra son muy fuertes ,nosotros somos más y podemos más? Nosotros podemos provocar el cambio, no por las armas, no con la violencia, sino con nuestra actitud, con la guerra sin cuartel contra los que nos quieren engañar, sin ceder un centímetro en nuestras libertades y derechos y defendiendo hasta nuestras últimas fuerzas a los más débiles para que mañana puedan estar junto a nosotros en la batalla.

Que es difícil, seguro que lo es, que puede ser que en nuestras vidas no consigamos un cambio radical, tal vez, pero tenemos que intentarlo, tenemos que creer en que otro mundo es posible y seguro que así lograremos una sociedad donde un hombre honrado no tenga que llamar a la radio para confesar que roba para dar de comer a su familia. Por mi parte no dejaré que nadie me arrebate mi fe en el ser humano y en nuestra capacidad de cambiar el mundo.

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